jueves, 14 de julio de 2016

Relato dedicado a un lector

Esta es una historia que viví hace un año. Puede que os parezca impresionante o una puta mierda pero es real y quiero contarla para ensalzar a esas personas anónimas en el mundo que hacen cosas grandes por el resto.

El verano pasado estuve en el Fib con mi colega Duki. Fuimos los dos solos en su furgoneta. No íbamos a todo el festival. Fuimos solamente el sábado y el domingo. Muchas veces los mejores planes que puedes hacer en tu vida con tus colegas resultan que son aquellos en los que sólo vas con uno porque el resto no se ha podido apuntar al plan. Las ventajas de hacer un plan con una sola persona es que no existe la democracia entre vosotros para elegir cada cosa, pero para ello es preciso que tu acompañante tenga las cosas tan claras como tú. ¿Alcohol? Whisky ¿Salir del festival cada noche cuando cierra? Quizá no sea necesario ¿Plantarse a las cinco de la tarde para ver tocar a la primera banda? Quizá tampoco sea necesario ¿Dónde comemos? Donde más nos apetezca ¿Vamos a la playa? Pues ya que hemos salido a las ocho de la mañana del sábado desde Madrid pues vamos ¿Pillamos a gente de BlaBlaCar? Pillamos a gente de BlaBlaCar ¿Dónde dormimos? Ya improvisaremos.

Si algo teníamos claro era eso. No gastarnos ni un solo euro en dormir en un hotel/camping/piso. El único plan B que teníamos era dormir en la zona de acampada que incluía nuestro abono, pero no era lo que más nos apetecía. Incluso nos habíamos planteado dormir a las afueras de la ciudad subiendo a las montañas. Ese mismo día en cuanto llegamos a Benicasim, nos fuimos a la playa y nos tomamos unas cervezas en una terraza pegada al mar. En ese momento se me ocurrió subir la típica foto #postureo en la que más que guay, pareces retrasado, aunque eso es otro asunto, y el caso es que  escribí una simple palabra al pie de la fotografía: FIB. La compartí en Twitter y al momento la gente empezó a contestarme y entre todos los tuits había uno de un tal Javi que me  comentaba algo así como "Ostrás, como te vea por allí no sé si me atreveré a saludarte." Rápidamente le reconocí. Me di cuenta que era un lector de Bilbao que en mayo había venido desde allí para, entre otras cosas, ir a la presentación de mi libro en Madrid. Valoro mucho y me impresionan esos esfuerzos que vosotros, mis queridos lectores, habéis llegado a hacer, como recorrer más kilómetros de la cuenta para conocerme, y en cierto modo me siento en deuda con vosotros y trato de compensaros de alguna manera. A veces lo consigo y otras muchas no. Al ver la contestación de Javi, no lo dudé y le escribí por DM diciéndole que sería un placer tomarme con él unas cervezas. Él reaccionó algo incrédulo y agradecido. Lo más probable es que no se imaginaba que yo iba a tener esa reacción. Quizá os pensáis que soy una diva o algo parecido pues por muchos comentarios que la gente me deja, a veces he podido deducir eso. Me contestó que estaría encantado, que además estaba yendo al festival solo estos días, pues en realidad estaba pasando sus vacaciones en Marina Dor (o como coño se escriba) acompañando a su hermana y sobrinos. Me reconoció que él jamás iría allí por su propio pie. Le dije que se uniera a nuestro plan. Es la suerte de que no haya democracia en estos planes cuando con el amigo que vas no tienes ningún problema. Oye ¿Se puede venir con nosotros un tío que ni si quiera conozco pero lee mi blog y creo que es majete? se puede venir.

Quedamos con él a las seis y media en una zona concreta del recinto del festival. Allí nos presentamos y a los cinco minutos, Javi nos enchufó a cada uno un mini de cerveza en la mano sin que nos diéramos cuenta. Esa fue la rutina que llevamos aquellos dos días y medio. El cabrón no se dejaba invitar en ningún momento, y mira que insistíamos y lo intentábamos por todos los medios, pero creo que sólo lo conseguimos para cenar un día o ni eso. Era una de esas personas que derrocha generosidad por cada poro.Nos fuimos conociendo, estuvimos en varios conciertos antes de que cayera la noche, y en uno de esos Javi me preguntó que dónde estábamos durmiendo y le contamos que en ningún sitio, que improvisaríamos pero que lo más probable es que acabaríamos en cualquier lado con la tienda de campaña que llevábamos en el maletero de la furgoneta. Javi se descojonaba de la risa y no daba crédito de nuestra estoica decisión. "Bueno, anda, voy a hacer unas llamadas a mi hotel de Marina Dor, a ver si consigo algo..." Volvimos a insistir en que no se preocupara, pero era imposible convencerle de ello. Tras varias llamadas al final nos dijo que ni nos preocupáramos, que en el hotel le permitían meter a uno más en la habitación pues tenía dos camas, y que el otro durmiese en el sofá cama que había. Joder, Duki y yo no nos lo creíamos. Era surrealista. Hacía un minuto íbamos a sobar en una maldita tienda de campaña a la intemperie y ahora nos íbamos al puto Marina Dor. Le dimos infinitas gracias y tratamos de celebrar nuestra salida de la mendicidad ocasional invitándole a unas copas pero por supuesto que lo volvió a impedir.

Vimos a Los Planetas, a Blur y  algún otro grupo más, estuvimos un rato con mi amigo Eric, y cuando ya íbamos con todo el máximo de alcohol que nos cabía en las venas, nos marchamos a la ciudad de vacaciones (Joder, que daño hace el marketing) más famosa de España. Javi se puso de copiloto para guiarnos y Duki al volante. Música, risas, comentarios del festival y a los quince minutos, al pasar un rasante de una carretera secundaria destino Marina Dor, nos encontramos con un monumental control de la Guardia Civil que era imposible de esquivar. Nos acojonamos al instante. Duki comenzó a echar la furgoneta al arcén tal y como le indicaba el agente y antes de que bajara la ventanilla, le pregunté "¿Das positivo?" y me respondió: "No." Con Duki no hay término medio, o expresa la ironía para que la entiendas con facilidad, o directamente te suelta un NO que te crees que es verdad. Así que me tranquilicé. Tonto de mí. Al segundo el guardia le estaba diciendo que había dado una cifra (no recuerdo cuál) lo suficientemente grande para ponerle una sanción administrativa de 500 euros (con reducción a la mitad) y de quitarle nosecuantos puntos. Joder. Vaya cagada. Me jodía la situación y en esos momentos pensaba por mis adentros, no teníamos que haber ido nunca al puto Marina Dor este de los cojones. Si hubiésemos dicho "No, gracias, Javi. Ya nos apañaremos", nada de esto hubiera pasado, pero dijimos sí y ahora estábamos jodidos.  Javi sopló para ver si podía conducir él y pudiéramos seguir nuestro camino, pero su tasa de alcohol era mucho mayor: 0´60 y pico. Y yo no podía soplar porque directamente no conduzco. Le dijeron a Duki que en quince minutos le harían otra prueba ya dentro del furgón que allí tienen que por lo visto es más exacto. Pero estaba de subida, como se dice, y dio un tasa aún mayor. Nos dijeron que iban a inmovilizar ahí mismo la furgoneta si no llamábamos a alguien para que viniera a recogerla. Le explicamos que éramos de Madrid y Bilbao, que estábamos durmiendo en Marina Dor y que esa opción era imposible. Nos dijo que entonces tendríamos que esperar tres horas a que se le bajara el alcohol. Miré el reloj y pensé, de puta madre, vamos a ver amanecer en una cuneta de Benicasim. Mi sueño desde que era pequeñito... NO. 

Ojalá lo hubiese sido, pero no.Al final nos tuvieron allí dos horas y nos dejaron marchar. Esta vez me senté yo de copiloto para darle apoyo moral a Duki y Javi nos iba dando indicaciones desde atrás. Podía notar que Javi se sentía en cierto modo culpable de lo que había pasado. El efecto del alcohol aún persistía en su organismo y estaba un poco desubicado. Nos acabó guiando hasta un descampado en el que nos dijo que necesitaba bajarse del coche para volver a ubicarse y podernos decir dónde coño estaba Marina Dor. En ese momento sentí miedo ¿Y si este pavo nos ha traído hasta aquí para que unos matones rusos nos metan una paliza y nos roban? Muy típico... No, pero pensé algo así, algo parecido, algo malo. Desconfié de él por un momento y eché el seguro de todas las puertas de la furgoneta. Diciéndole que no, que de aquí no se movía nadie, y dispuesto a liarme a puñetazos allí mismo dentro de la oscuridad de la furgoneta, si aquel lector en realidad era un loco. Javi se empezó a agobiar y yo a asustar pero de pronto logró relajarse y nos indicó a la perfección el camino. Dejamos aparcada la furgo y entramos en Marina Dor. Joder, eran pasadas las seis de la mañana y allí parecían las doce del medio día. Todo el mundo de fiesta. Arregladísimos. Daba la sensación de que eran jóvenes de los pueblos de alrededor que iban de fiesta a las discotecas de allí. Y en medio de todos ellos, tres tíos, que más bien eran zombies con olor a Whisky, atravesando la muchedumbre camino del hotel. Javi iba un poco más adelantado que nosotros y aproveché para decirle a Duki "¿Te imaginas que nos lleva ahora a un sitio donde nos meten una paliza?" A lo que respondió "Tú sabrás, tu eres el que lo has traído con nosotros." Lo dijo muy seriamente. Estaba cansado y hasta las pelotas. En ese momento tembló nuestra pequeña antidemocracia. Pero por supuesto que eso no pasó. Javi nos dejó hueco en su habitación (yo le cedí la cama a Duki y me quedé con el sofá porque suficiente tenía ya el hombre) y además nos dio una botella de agua y una chocolatina para que nos metiéramos azúcar entre pecho y espalda antes de dormir. Javi era un tío que cuidaba todo al máximo detalle. Una de esas personas que se dedica a preocuparse del resto y a olvidarse de sí mismo. Me estuvo contando que hace varios voluntariados, entre ellos uno en el que presta su atención a presos los fines de semana.

A la mañana siguiente pasamos el día en la piscina y playa de Marina Dor, comimos por allí y ya estábamos algo más relajados. Javi esa misma tarde se prestó a ir en su coche al recinto y nosotros dejar aparcada la furgo. Esta vez nos tomamos sólo unas pocas cervezas. Javi fue al festival con un camiseta del Athletic de Bilbao para dar su apoyo a Belako, la banda bilbaína que yo sólo conocía de oídas. Estuvo muy bien el concierto. Después descubrimos a los Augustines (muy buenos) y cenamos con Portishead de fondo, sentados en el césped. Hablamos de música entre otras muchas cosas, de Sabina, que a ambos nos flipaba, pero Duki sin embargo reconocía que sólo conocía las canciones más típicas. Javi insistió en lo mucho que le gustaban los Belako y me contó que tenía su disco firmado. A mí me gustó mucho el concierto y le prometí que en cuanto llegara a Madrid lo escucharía sin dudarlo. Esa noche al llegar al hotel nos dijo que tenía que sacar dinero. Fuimos a un banco que había al lado. Y apareció dándonos unos billetes diciendo "Aquí está mi parte de la multa." Ni de puta coña, le contestamos. Ahora sí que fuimos nosotros los que nos negamos y le impedimos tal gesto que sin embargo agradecimos mucho.

El lunes teníamos que hacer el check out a las doce. Javi fue a hacerlo mientras nosotros terminábamos de ducharnos. Quedamos en el hall de la entrada. Él tenía algo de prisa porque desde que habíamos llegado no había visto en dos días a su hermana y sobrinos, cuando en realidad ese era su plan principal, y además quería desayunar con ellos y marcharse. Le quedaba un largo camino hasta Bilbao. Cuando bajamos al hall, él ya estaba terminando de hacer el check out. Esperamos y al fin llegó la despedida. Nos pegamos cada uno un abrazo con él, agradeciéndole todo lo que había hecho por nosotros y asegurándole que estábamos en deuda con él para siempre. Antes de marcharse sacó de su mochila dos Cds para regalarnos. A Duki le regaló el directo en acústico de Sabina "Nos sobran los motivos" formado por dos discos y a mí el disco de Belako, que tanto cariño le tenía porque estaba firmado por sus componentes. Dos regalos muy significativos, el primero para que Duki se pusiera al día con el maestro y para mí el disco que le prometí escuchar al llegar a Madrid. Nos fuimos emocionados. Pensando en lo brutal que es el mundo cuando te cruza de repente con personas tan buenas como Javi. El tema del control había sido un auténtico palazo para Duki, y aunque ya lo habíamos olvidado de alguna forma, nos tiñó un poco de gris nuestra estancia.

Duki había publicado el viaje de vuelta en BlaBlaCar y teníamos que recoger a cuatro personas cerca del festival pero a las cuatro de la tarde, así que decidimos pasar el día tranquilamente en la playa de Marina Dor, comer por allí y después ir a recoger a los pasajeros. Al acercarse la hora y después de haber comido, nos montamos en la furgo. Nos sentíamos satisfechos por el viaje surrealista y perfecto que habíamos vivido. Estábamos alegres. Duki arrancó el coche y antes de que nos fuéramos me dijo que pusiéramos alguno de los discos de Javi, algo que me pareció muy buena idea, y a mi se me ocurrió hacernos un selfie con los discos para enviarle la foto a Javi por WhatsApp. Joder, salíamos 100% alegres portando cada uno su disco. Antes de enviarle la foto, Duki me advirtió que iba a poner el de Sabina; "¿Cuál pongo? Este disco tiene dos Cds ¿No?" El segundo disco venía justo detrás del primero al plegar la bandeja pero Duki no conseguía abrir esa carátula de plástico, así que se lo arrebaté de las manos y lo abrí para sacar el otro disco. De pronto en nuestras narices nos encontramos su "parte" (y algo más) del dinero de la multa. Nos miramos en silencio con las caras desencajadas.  Y acto seguido, Duki empezó a reírse como un loco y la risa se le mezcló con las lágrimas, que por supuesto me contagió. De repente nos vimos en un estado de locura irrefrenable y nos dimos un abrazo, pensando que Javi una vez más se había salido con la suya, y convencidos de que gracias a personas como él, este mundo merece la pena. Se cumple un año de aquella aventura y no me canso de contar esta historia que no se me olvidará jamás.

Viajad y conoced gente. Los lugares se convertirán en escenarios repletos de prodigios gracias a esas personas.

miércoles, 20 de agosto de 2014

miércoles, 18 de junio de 2014

El aprovechamiento de la ducha

En la ducha se cantan las mejores canciones y se toman las decisiones más importantes. 
Lavarse es secundario.


Dibujo: @Blancobain_

miércoles, 21 de mayo de 2014

Día de feria

Dejamos de ir a la playa porque, una vez muertos mis abuelos, quedó en herencia su casa del pueblo y mis padres en toda su humildad y sencillez decidieron que nuestras vacaciones, desde ese momento en adelante, iban a ser en el pueblo. No hubo problemas ni quejas por parte de mis hermanos. Todo estábamos en una edad en la que te diviertes sea donde sea; en la playa o en un puto pueblo perdido en el campo, salvo cuando crecimos que ya se nos hacía más pesado. Yo era el más pequeño de todos y la verdad que siempre seguía el ritmo de mis hermanos mayores y me adaptaba a sus formas.

Allí hicimos buenos amigos y estábamos todo el día haciendo cosas que en la ciudad no podríamos hacer nunca. Para la gente del pueblo, éramos gente “especial” o mejor dicho, distinta, por el simple hecho de que no éramos de allí. Eso se traducía sencillamente en que la gente nos prestaba atención. En mi caso concreto, además de tener muchos amigos, recuerdo que las chicas se interesaban en conocerme. Todos los veranos había alguna chica que quería acercarse a mí en el sentido más físico y menos emocional. Me acuerdo de la mayoría de chicas que me dedicaron más de un segundo en aquel pueblo, como por ejemplo de Ana o más bien conocida como Anita; una chica guapa y mal hablada. Morena de piel y castaña de pelo. Los rumores que se oían de ella no la enaltecían, la verdad. Era amiga de una amiga de mi prima y por eso la conocí. Pronto me di cuenta de que yo le gustaba por los comentarios que hacía su amiga y a mí la verdad que me daba igual aunque reconozco que me hacía gracia el hecho de atraer a una chica así. A su lado me sentía bastante niño, que también lo era, pero me refiero a que ella era una niña con cuerpo de mujer y eso me impactaba, puesto que jamás una chica que ya empezaba a entrar en una edad de más madurez en todos los sentidos, se había fijado en mí.

Ella había dejado de ir al colegio muy pronto y trabajaba en la peluquería de su madre, la única que había en el pueblo, junto con la barbería del viejo Anastasio. Ella ya ganaba dinero y yo sólo ganaba la propina de mi madre que solía ser una moneda de quinientas pesetas que gastaba en chucherías y Coca-Cola. Muy patético. Mis amigos me venían a buscar a casa, luego nos juntábamos con el grupo de chicas, donde también estaba Anita y después nos escapábamos ella y yo del grupo y me llevaba a cenar a los mesones del pueblo; ella elegía la comida y ella la pagaba. Los pueblerinos nos miraban raro al ver a un par de críos cenando en esos lugares. Para mí era una amiga e incluso una madre. Por aquel entonces yo no tenía ni idea de lo que era querer y/o amar a una chica. Sólo era un niño.


A finales de agosto eran las fiestas del pueblo y como es normal, montaban una feria con atracciones, algodón de azúcar y pollos asados. Mis hermanos se iban con sus amigos a hacer botellón y no me dejaban ir con ellos; mis amigos no querían ir a la feria y a mí sí que me apetecía, por lo que mi única opción era ir con mis hermanas. Aquel verano ellas se hicieron amigas de los feriantes de una atracción. Era una atracción circular con unos vagones en forma de casco de fútbol americano, para dos ocupantes, que estaban colocados uno detrás de otro hasta lograr un círculo gigante y en el medio había una figura de un jugador de fútbol americano estrujando una pelota con cara de mala leche. Cuando se ponía en funcionamiento la atracción, giraba ese círculo y los cascos en los que iba montada la gente, giraban alrededor de sí mismos. Básicamente eran como las clásicas tazas locas pero algo más “modernas”.

El caso es que mis hermanas se ponían a hablar con aquellos feriantes, que eran los típicos cachas que son medio gitanos, jóvenes, alegres y juerguistas. No sé de qué hablaban pero mis hermanas sonreían mucho y les reían todas las subnormalidades que salían de sus bocas. Yo mientras tanto, a su lado, estaba aburrido viendo como la atracción giraba y giraba, a ritmo de musicote digno de una GOA y con los comentarios del speaker de la atracción, uno de los tíos que daba la chapa a mis hermanas. El speaker decía cosas como: “¡Recuerden que antes de subirse hay que pasar por taquilla y soltar la mantequilla!”, “¡Vamos, vamos, a subir esas manos!” Pero lo que más me gustaba era cuando se ponía a cantar la canción de “La tía Enriqueta” de Chimobayo, mientras sonaba a todo volumen aquella maldita música.

Uno de los feriantes que estaba hablando con mis hermanas me vio aburrido y para hacerse el majo, me dio fichas para montar en todas las atracciones de la feria totalmente gratis. Mis hermanas me dijeron que ellas se quedaban allí y yo me fui a La Olla, otra atracción giratoria que estaba en la entrada de la feria, justo al lado contrario de donde estábamos nosotros. Cuando llegué allí me encontré a Anita con sus amigas subidas en la atracción. Toda la gente estaba saltando en el centro, menos ellas que estaban sentadas en el círculo giratorio. Justo abajo había unos chicos esperando para subirse en la siguiente tanda y cada vez que la atracción giraba y Anita pasaba cerca de ellos, los chicos la insultaban. Bueno en realidad “sólo” decían “guarra” y “puta”. Precisamente no eran un diccionario abierto aquellos ineptos. Ella los ignoraba por completo y recuerdo que se reía al ritmo de la atracción. También había otras veces en que había presenciado como la “piropeaban” al estilo obrero, es decir, diciéndole un millón de guarrerías para hacer con ella y su cuerpo. Cuando La Olla paró, se bajaron y me vio, fue corriendo hasta donde estaba y me dio un abrazo. Yo ni si quiera la abracé pero estaba contento de haberme encontrado con ella. Le dije que tenía todas las fichas del mundo para montarme mil veces en cada atracción y ella me dijo que quería montar conmigo esas mil veces. Sus amigas se fueron. Recuerdo que escuché como la amiga de mi prima le decía a Anita; “Vente con nosotras ¿No ves que es un niñato que sólo está deseando montarse en el tiovivo?” Y era cierto, bueno, me la sudaba el tiovivo, pero quería estar allí montando en todas esas gilipolleces. La verdad que nunca entendí porque yo le gustaba, tampoco me lo dijo y tampoco se lo pregunté; no me importaba. Esa noche ella se quedó conmigo y nos subimos a casi todas las atracciones, incluso en las camas elásticas, donde me dediqué exclusivamente a hacer mortales y a saltar sobre la colchoneta de Anita en el momento más inesperado para que ella perdiera el equilibrio y se cayera al suelo. Cuando eso sucedía me agarraba rápidamente del brazo como si fuera un gato y me empujaba para que me cayera sobre ella, que no paraba de reír y trataba de darme un beso en los labios que yo siempre esquivaba.

Por último, fuimos la atracción donde había dejado a mis hermanas y ahí seguían hablando con los tíos esos mientras comían pipas sin sal. Me quedaban dos fichas y me subí allí con Anita. Girábamos deprisa sobre nosotros mismos y ella riendo/gritando se agarraba a mí, mientras yo me agarraba a las barras metálicas de seguridad que evitaban que saliéramos volando. Al acabar me despedí de Anita, que me dio un beso en la mejilla, y yo me quedé con mis hermanas hasta que cerraron la atracción. Una de mis hermanas se intercambió una pulsera con el speaker; Él le regaló una de tela de color azulada que tiró nada más llegar a casa y mi hermana le dio un aro de madera que llevaba en su muñeca. “Vaya chorrada” pensé. Nos fuimos de allí y al día siguiente volvimos a la ciudad. El verano había acabado para nosotros. Nunca más aquellos feriantes volvieron a la feria y jamás volví a hablar con Anita en los sucesivos veranos porque, según me enteré después, jamás me perdonó no ir a despedirme de ella la mañana que nos fuimos a Madrid.

 


El fin de semana pasado estuve en las fiestas de Rivas-Vaciamadrid con mis amigos y dimos un paseo por la feria. Había una atracción exactamente igual que la del rugby pero era de otro color, más grande. No sé, no pensé que iba a ser la misma pero instintivamente busqué la taquilla y allí estaba el speaker, como si no hubiesen pasado los años por su cuerpo, con la pulsera de madera de mi hermana en su muñeca totalmente desgastada y con algunas de sus partes quebradas. En realidad su brazo estaba lleno de pulseras, supongo que las iría coleccionando... Y me acordé de Anita, de aquella chica que no volví a saber nada más de ella después de ese verano. Me acordé de que quería quererme o algo parecido y yo jamás lo entendí y mirando la atracción, sentí como volví a girar y girar bajo las luces y la música con una chica guapa por la que jamás sentí nada extraordinario.

@HoldenCenteno

lunes, 12 de mayo de 2014

Adicto a este gin tonic

Se llama "Cuando el amor deriva en alcohol"
y no lo sirven en ningún lugar del mundo.
Sólo lo sé hacer yo.


Me gusta cargado y jodidamente dulce.

Dibujo @Blancobain_