jueves, 25 de julio de 2013

El taller

Cuando estaba en el colegio, dedicaba las tardes de los jueves, después de siete horas de clase, a ir al taller de escritura que organizaban los profesores frikis de literatura. En aquella actividad, sólo iba la gente que sacaba buenas notas (jodidos empollones), otros que se creían que escribían bien y presumían de ello, los más marginados y por último, uno de mis mejores amigos y yo, que nos reíamos bastante de aquel panorama. Éramos unos diez integrantes. Para el resto del colegio, éramos los raros. Recitábamos poemas, relatos y hablábamos sobre literatura, escritores, músicos y artistas. Después, callábamos para escribir lo que nos saliera de los cojones y luego leíamos en alto, cada uno, las estupideces que habíamos escrito.

Esos poemas y relatos que escribíamos, pasaban un filtro, o mejor dicho, una purga, y los mejores eran publicados en un pequeño cuadernillo que repartían todos los profesores de lengua a todos sus alumnos. Alrededor de mil ejemplares que a nadie le interesaban y que solían acabar tirados en la basura o por los suelos del colegio. Aún guardo los ejemplares.


En realidad nosotros queríamos publicar en la página web que derivaba del taller y que guardaba el mismo nombre. En ella escribían los antiguos alumnos que ahora eran reconocidos poetas en el mundo de la literatura, profesores de prestigio, poetisas únicas y escritores de prosa con unos cuantos libros ya publicados. Era una revista digital que se leía mucho, no como nuestro puto cuadernillo que en el mejor de los casos (cuando era leído), los chavales si se cruzaban contigo en el recreo, aprovechaban para reírse de las palabras que habías escrito.

Empecé a interesarme por la poesía y sólo garabateaba versos, bastante malos, hasta que escribí un poema que marcó un antes y un después en mi forma de escribir. Aquel poema lo pude hacer gracias a la primera chica que encendió mi alma y gracias a uno de mis ídolos; Bernini. Por aquel entonces sólo tenía dieciséis años. Era pequeño y mi forma de escribir y de entender el lenguaje no tenía nada que ver con las palabras y formas que ahora tiñen mis papeles. El poema lo titulé “La triste historia de Apolo y Dafne”.  

Decidí enviárselo al director de la revista digital y a los pocos días recibí un email del jefe del taller e integrante del consejo editorial de la revista, en el que me decía (copio y pego):

Eh tú, chaval, tengo que decirte algo. Me hubiese gustado decírtelo a la cara, pero bueno: eres un mamonazo y apestas. No, en serio (lo que no quiere decir que no seas un mamonazo y que no apestes), el asunto que nos concierne ahora es otro.
Resulta que hemos decidido publicarte en la revista digital, la grande, la seria, la buena, la auténtica, la única e inigualable y no esa burda imitación de mierda en la que escribís todos vosotros y que nadie lee. 
Como ves, esto supone mucha responsabilidad: puede ser que empieces a formar parte del selecto club de gente que publica en la revista. En tus manos está, todo depende de la calidad de los textos que mandes... si es que mandas alguno, mamonazo. De momento hemos decidido publicar una poesía tuya, la penosa historia de una pareja de amargados.
Así pues, que lo sepas. Eso es todo por ahora. Saludos.
Un email del típico tío que finge ser tu colega, te miente diciendo que le hubiera gustado darte la noticia en persona, se hace pasar por gracioso (lo hace mal) y solo sabe decir la palabra “mamonazo” para hacerse sentir más cercano, consiguiendo así el efecto contrario. Me jodió aquel penúltimo renglón en el que cambiaba el nombre a mi poema y lo mutilaba, bautizándolo  como “la penosa historia de una pareja de amargados”. Maldito hijoputa.


Desde entonces dejé de publicar en el cuadernillo y me empezaron a publicar muchos poemas en la revista digital hasta que, sin previo aviso, dejó de actualizarse, por motivos que desconozco. El club selecto resultó no ser tan distinguido y se hundió por el peso de la dejadez y el falso amor por el mundo de las letras.

La triste historia de Apolo y Dafne

Huiste de mí entre los bosques.
Tan solo quería hablarte de mi vida,
de todas esas historias que nadie escucha
y sin embargo a ti te gustaban
y lo mejor de todo es que te hacían reír.
Vienen a mi memoria aquellas tardes
en las que hablábamos bajo los laureles,
donde parecía que tu pelo olía a tomillo
y tu cariño al aroma que deja la lluvia
en la tierra húmeda del campo.
Pero una mañana paseando contigo
sin saber por qué, te marchaste.
Corrías rápido esquivando las ramas de los árboles
que se cruzaban en tu huída.
Sin apenas pensar, seguí tus pasos,
torpemente corría, resbalando con el musgo,
hasta tropezar con una piedra.
Ahí me quedé, tendido en el suelo,
viendo ya tus piernas apresadas en el barro.
Gritabas mientras tus manos suaves
se volvían tan ásperas como las ramas
y aquellos dedos tan finitos y delicados
se convertían en hojas,
mientras tu rostro puro
pasaba a ser un tronco retorcido.
Llegué a ti despacio,
me senté sobre tus raíces
y te dije llorando
que si ser un árbol era tu deseo,
me convertiría en mirlo
para juguetear entre tus ramas,
que como dijo un poeta;
“donde hay amor, no manda enamorado”.

@HoldenCenteno

jueves, 11 de julio de 2013

El día que me descubrieron

Lo que me pasó un día del mes de mayo fue para descojonarse de risa. Iba en el metro, reconozco que un poco hasta los cojones, al extremo de que llegué a bajar la guardia. Soy un tipo que suele estar siempre en guardia. Me refiero a que me fijo en todo lo que me rodea y estoy preparado para cualquier suceso inesperado que pueda golpearme física y/o mentalmente para bien o para mal. Si un grupo de personas me critica cuando paso a su lado soy capaz de predecirlo antes de que eso suceda y si se me escapó profetizarlo, soy capaz de escuchar los comentarios que hicieron aunque no pudieran ser apreciables para el oído humano. Si pasa una chica guapa, puedo decirte en menos de seis segundos lo que lleva puesto sin ser de esa clase de tipos asquerosos que han desarrollado  en su cerebro la patética capacidad de mirar a una chica y verla desnuda. A esos hombres deberían de encerrarlos en un puto psiquiátrico.


A la espera de que nada me coja inesperadamente, estoy siempre en guardia, observando cada detalle, atento a lo que sucede, pero como os decía, en ese momento bajé la guardia. Iba escuchando Vampire Weekend a todo volumen. Saqué del bolsillo el móvil, abrí el Twitter, abrí la ventanita para tuitear algo que llevaba en la cabeza y antes de empezar a escribir mis ciento cuarenta letras,  una chica de veintitantos años, sentada a mi lado, señala el móvil y dice: “¡Eres @HoldenCenteno!”. Al escuchar aquello me quedé congelado, lo reconozco. Seguidamente me plantó dos besos mientras me decía: “¡Eres tan guapo y atractivo como imaginaba! ¿Qué hay que hacer para casarse contigo?”.  Tal cual. Sentí alegría y miedo. Siguió diciendo cosas, hablaba tan rápido y pasaba de un tema a otro de forma tan irregular que me costaba seguir el hilo de la conversación o mejor dicho, del monólogo. Sus ojos bien abiertos examinaban cada trozo de la ropa que llevaba puesta  y cada detalle de mi cara.

Ella tenía algo, sus ojos brillaban y tenían dulzura sus gestos y  voz. Parecía inteligente y culta, aunque a veces, durante su discurso, denotaba lo contrario. Me habló de casi todas las entradas de mi blog. Me explicó que hacía semanas se había cerrado el Twitter pero que aún así no me pierde de vista diariamente. Me dijo “Ólvidate de la chica de Los Planetas y vente conmigo”. Me invitó a ir de tapas por el centro de la ciudad y yo por un momento dudé, me faltaron tres segundos para decir que sí, pero en esos tres segundos mi cabeza funcionó correctamente y dije que no. Puso cara de decepción y su gesto cambió rápidamente para decirme “Eres un poco borde ¿No?” Yo no respondí y ella rápidamente sacó un clínex (no usado) de su bolso y me apuntó su nombre y su número de teléfono. Se despidió de mí y a la parada siguiente se bajó.

Me quedé un poco bloqueado y el viejo que tenía sentado al otro lado me dijo “alégrate joven, que te ha dado el teléfono una chica bien guapa”. No le respondí y el viejo me miró con cara de asco. Cuando bajé y fui caminando a casa, bajo un cielo blanco, pensé que quizá esto se me está yendo de las manos. De repente descubrí (de verdad) que hay gente que disfruta leyendo lo que escribo y eso me volvió a dar alegría y miedo. Por eso, en ese momento, pensé que al llegar a casa iba a eliminar el puto Twitter y el blog. Pensé en desaparecer sin deciros nada, como un puto cobarde, como ese vaquero del oeste que huye antes de que amanezca para evitar un duelo que probablemente acabe con su cuerpo inerte sobre la tierra seca y ardiente.

Aquella chica nunca ha dado señales de vida desde aquel día y mejor. Menos mal que no eliminé el Twitter, ni el blog y lo que sí que hice fue romper aquel teléfono que apuntó en un puto clínex con olor a menta.

Aquí sigo y seguiré por mucho tiempo, o eso creo.

@HoldenCenteno

miércoles, 3 de julio de 2013

BSO

Esto es una historia real que pocos creerán.

El año pasado a uno de mis mejores amigos le dejó la novia en el mes de marzo. El pobre estaba bien jodido. Había vuelto a fumar y aprovechaba cualquier festejo para emborracharse. Él es del Real Madrid al 100% y, a pesar de ese “pequeño” detalle, nada le impidió ir a "celebrar" a Neptuno la victoria del Atlético de Madrid en la UEFA. "He comprado un Ballantines" sonó al otro lado del teléfono. Allí estuvimos entre toda la gente, como unos hinchas más, hasta que terminamos el último trago de Whisky. Quedábamos todos los fines de semana. Quedábamos incluso cuando el resto de nuestros amigos no querían o no podían. La idea era mantener su cabeza distraída y evitar cualquier patética declaración de amor nocturna de borracho a través de WhatsApp o una llamada desesperada a altas horas de la madrugada en la que sólo se dicen estupideces. Logramos el objetivo, aunque, a veces, fue duro conseguirlo.

Propusimos a nuestros amigos ir al festival Low Cost. Todos se negaron. Decidimos, de nuevo, hacer el plan solos. Él me advertía "al final la gente va a creer que somos pareja…" Y yo le respondía "Eso es lo que somos, pareces idiota. Dos personas forman una pareja" y volvía a responderme "No me jodas con tu prosa embaucadora de mierda, sabes a qué me refiero". En aquel festival, todos los días a las seis de la tarde ya íbamos pedo debido a que ese era el ritmo que llevaban todos los asistentes. Era como una norma no escrita que todos cumplían sabiendo cuáles eran sus límites para decir basta y poder disfrutar de los conciertos. Volvíamos al camping cada día sobre las seis de la mañana. Saltábamos la puerta del recinto de la piscina y nos quedábamos allí dormidos hasta la hora de comer. El último día dos chicas con las que solíamos coincidir en el festival, nos propusieron ir a dormir a su piso, uno de esos rascacielos situado en primera línea de la playa, pero esa noche también acabamos durmiendo en el puto césped de la piscina, junto al resto de la gente del festival, que el segundo día, ya habían copiado nuestra tendencia debido a que en la puta tienda de campaña a las 9am, el sol ya estaba dando por culo, asfixiándote. Vivimos tres días intensos de música perfecta en un lugar rodeado de montañas con cierto aire místico que ayudó a mi amigo a seguir manteniendo la cabeza fría y evitar su derrumbe definitivo.



En septiembre seguimos la dinámica. Empezamos a frecuentar Independance. Un local en el centro de la ciudad donde sólo se excluye la entrada a la música que es una puta mierda. Ese lugar tiene algo. Está en frente del Cine Ideal. Un cine que se construyó en 1915 cuyas vidrieras de colores combinan a la perfección con el estilo de los hipsters de la zona.  La puerta de la sala, conquistada por una fachada sostenida por dulces y aguerridas cariátides, tiene una luz que ilumina su nombre atrayendo a toda persona que cruza por ahí. Tiene el efecto parecido a una de esas lucecillas que los mosquitos y polillas no pueden evitar ir a tocar y al contacto de la misma, mueren. Aquí, una vez que entras por debajo de esas luces, recibes una descarga eléctrica de buena música que no mata, sino que te alimenta y te da más vida.



Íbamos cada puto fin de semana de todos los que tuvo septiembre y octubre.  Ahora me viene a la cabeza el día que pinchó José Chino (guitarra y voz de Supersubmarina). La sala estaba reventada de chicas adolescentes que querían ver al cantante y mover las caderas al ritmo de sus gustos. Se amontonaban junto a él. Mi amigo, ya con cuatro copas en sus venas, se acercó hasta la cabina y en el móvil le escribió “Pincha el tema de “La Cuadratura del Círculo”. Eres el puto amo. Viva Baeza. Te follaba.”. Claro, al leerlo, debió de pensar que mi amigo debía de tener algún tipo de retraso mental, porque 1)Aquel Código Morse era de lo más penoso del mundo 2)Nunca pinchó la canción.



Hace un mes estuvimos de nuevo, esta vez con todos mis amigos. Después de un buen rato salimos a tomar el aire. Sólo él y yo. El resto se quedó dentro. Nos sentamos en el bordillo de la acera de enfrente y cuando pasaron cinco minutos una chica se nos acercó diciendo “Tengo el negocio del siglo”, sonreía intensamente y no parecía haber probado ni una puta gota de alcohol. Sus amigas se habían quedado apartadas, ellas también salían de Independance. Nosotros espontáneamente le dijimos que nos lo contara. Dijo que quería abrir una tienda, a lo que mi amigo respondió; “Vaya puta mierda de negocio tan poco original ¿No?” pero ella no hizo caso y siguió; “no será una tienda  cualquiera, será La Tienda de las Canciones de tu Vida”. A lo que mi amigo respondió; “Me sigue pareciendo una puta basura, el nombre es demasiado largo y cursi”. Ella le volvió a ignorar y yo escuchaba atento. “Tengo un don, soy capaz de adivinar con diez preguntas la BSO de tu vida. La gente vendría y  me pediría que les llenara sus reproductores de música con las canciones que marcan su vida hasta el momento y las que marcarán sus próximos pasos, eso incluye todas las canciones que ya conocen pero también las que desconocen que al escucharlas se estremecerán por dentro y se romperán en mil pedazos de alegría o tristeza”.  Yo le veía futuro. A mí la música me hace vivir más feliz y por eso pensaba que aquella locura podría tener éxito.

Me empecé a interesar y a sospechar que realmente ella tenía ese don del que se enorgullecía y pedí que nos hiciera una demostración allí mismo, y que le dijera a mi amigo una canción de su banda sonora. Mi amigo me miró con esas miradas que hablan y sólo puedes traducir cuando conoces mucho a la persona que te la lanza; en este caso sus ojos dijeron “Estás como una puta regadera, hablando con una jodida loca”. La chica se sentó entre los dos. Estaba guapísima. Empezó con las preguntas que no tenían nada que ver con la música y eran muy extrañas. Anotó las respuestas en el iPad que sacó de su bolso, se puso los auriculares durante un minuto, después los quitó de sus dulces orejas, que dejó al descubierto al apartar su pelo castaño y liso. Me miró con una sonrisa provocativa, miró a mi amigo, se puso seria y mirando a sus ojos dijo “La Cuadratura del Círculo”. Su voz entró por nuestros oídos y se nos clavó en lo más profundo del corazón. Sin dudarlo mi amigo dijo; “Seremos los primeros inversores y socios de tu empresa”. Ella sonrió satisfecha y al despedirnos nos dimos un brutal abrazo jurándonos amistad eterna.

Pudo decir otra canción pero no lo hizo. Dijo una canción que meses atrás mi amigo pidió en Independance. En aquella ocasión no la escuchamos, pero aquel día, gracias a ella, sonó en nuestras cabezas y no pudimos pegar ojo en toda la noche.


@HoldenCenteno